Diego Peralta, de 17 años, era secuestrado la mañana del 5 de julio de 2002, en la localidad bonaerense de El Jagüel, cuando iba en un remís al colegio privado al que asistía. Fue el primer caso de secuestro extorsivo que conmocionaba a la opinión pública por la crueldad de los homicidas que le quitaron la vida. Durante la búsqueda hubo allanamientos en toda la región; apareció en una tosquera de Ezpeleta, le habían cortado el cuello y atado un riel al cuerpo, todos fueron condenados.
Los captores lo llevaron a una casa del barrio Plátanos, en Berazategui, lo doparon con tranquilizantes y pidieron a su padre 200.000 dólares de rescate, ya que, de acuerdo con un dato erróneo que tenían, creían que el hombre guardaba esa cantidad de dinero en su casa.
Según confesó Cejas, al tercer día de cautiverio, la banda decidió asesinar a Peralta a puñaladas en el cuello y la espalda porque creían que su padre no quería pagar el rescate y suponían que Diego les había visto la cara y podría reconocerlos. Los delincuentes lo arrojaron a las aguas de una tosquera de Ezpeleta, atado a un riel, y su cadáver fue encontrado el 12 de agosto de 2002.
Pese a que ya lo habían asesinado, la banda cobró el 20 de julio de ese año un rescate de 9.000 pesos y 2.000 dólares que Luis Peralta arrojó cerca de la cancha de Claypole. En 2008, por este caso, fueron condenados a prisión perpetua Cejas, Rotella, Pereyra, Pistillo y Báez; y a 5 José Pablo García.
Detalles
Los secuestradores y asesinos de Diego Peralta, tras acuchillar, degollar y arrojar el cuerpo del adolescente a la tosquera, fumaron cigarrillos de marihuana. Uno de los criminales había confesado que hubo una discusión antes del crimen: “Vamos a matar al guacho, el padre no quiere poner la plata”, había narrado uno de sus cómplices. Y agregó que “Peralta, Pereyra y Garzón fueron los que llevaron al pibe a la tosquera y lo mataron”.
Marcelo Cejas –uno de los acusados- realizaba un pormenorizado relato de los hechos en su confesión, según consta en la requisitoria fiscal leída ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.
La madrugada del 8 de julio de 2002, tres días después de haber sido secuestrado, sus captores llevaron al adolescente en un Renault 18 a la vera de una tosquera en Quilmes. Previamente, los integrantes de la banda discutieron si mataban o no al estudiante secundario, en parte enojados porque no obtenían el dinero solicitado y con la sospecha que podía haberlos visto a través de la venda que cubría sus ojos.
De acuerdo al expediente, Julio César Rotela -otro de los implicados- tomó un cuchillo y junto a David Esteban Pereyra (alias”Chaca”) fueron a buscar a Peralta, a quien llevaron en un auto Renault 18 que conducía Carlos Garzón, alias “Pipi”, quien luego fue detenido en Paraguay.
Peralta, sin vendas en los ojos, descendió del auto y comenzó a caminar “como borracho”, debido a los tranquilizantes que le habían procurado, lo que motivó que Rotela lo tomara del hombro para ayudarlo.
Rotela, “Pipi”, “Chaca” y Enrique “Baty” Báez llevaron a Peralta hasta la tosquera, donde le quitaron el crucifijo que tenía en el cuello, le aplicaron tres cuchillazos en la espalda, lo degollaron y lo arrojaron a las aguas. Poco después, los cuatro hombres regresaron a la casa donde aguardaban Cejas y Rosa Gisella Pistillo. Los cuatro se quitaron las ropas, las quemaron en los fondos de la casa y se pusieron a fumar porros.
Cejas no aceptó, porque no era su costumbre fumar marihuana, consta en la requisitoria. El mismo desprecio por la vida de un inocente al que le truncaron la vida y arruinaron una familia es el mismo que hoy padecen en prisión, condenados a perpetua.
Guillermo Troncoso
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