Yamila Morán tenía 16 años y los sueños intactos. El 29 de junio de 2000, como tantas otras mañanas, salió de su casa poco después de las 7. Iba hacia la escuela. El frío y la prisa (tenía el tiempo justo para llegar) la llevaron a tomar un colectivo trucho. Cuando quiso bajar —en el centro de Florencio Varela— su mochila se trabó con la puerta delantera: se cayó y quedó enganchada del micro. El chofer arrancó a gran velocidad, la arrastró varios metros y la arrolló. La chica murió en la ambulancia que la llevaba al hospital.
Fue un caso bisagra que puso fin a los micros truchos en Varela. Tal fue así que años después el Tribunal Oral 3 de Quilmes condenaba al chofer a cinco años de cárcel de cumplimiento efectivo y a diez años de inhabilitación para manejar. Es la pena máxima que se puede recibir por “homicidio culposo” (matar sin intención).
Además, se ordenaba que el chofer cumpliera otros dos meses de prisión y dos años más de inhabilitación para manejar. Esa era la condena que tenía de un juicio anterior por “lesiones culposas” en otro accidente.
Pedro Enríquez escuchaba su sentencia cabizbajo y en silencio. Sentada frente a él, del otro lado de la sala de audiencias, la mamá de Yamila comenzó a sollozar; fue uno de los casos más emblemáticos sin dudas desde la creación del fuero penal. Desde que ocurrió el accidente, Mariana Ayala luchó para que el hombre que atropelló a su hija fuera a la cárcel. “Ahora Yamila va a descansar en paz”, fue lo primero que decía al termino del juicio oral.
“Estoy satisfecha con la sentencia porque se hizo justicia y este fallo va a sentar un precedente. Muchas madres pierden a sus hijos en accidentes de tránsito y vamos a luchar para que las leyes se actualicen y las penas sean más duras. Además, una cosa es tener un accidente y otra es irse y dejar a la víctima abandonada, como Enríquez hizo con mi hija”, decía la mujer.
En las audiencias del juicio, declaraban varios testigos que describían cómo Enríquez conducía el micro a toda velocidad, arrastrando a la chica varios metros. El accidente había sido en avenida San Martín y Contreras, de Florencio Varela, donde Yamila tenía que bajar y caminar dos cuadras hasta el colegio Sagrado Corazón. Allí cursaba el primer año del Polimodal; en ese lugar todos los años la mamá de Yamila la recuerda.
Corría el 2002 y los jueces del Tribunal Oral 3 de Quilmes —Alicia Anache, Martín Arias Duval y Armando Topalián— votaban el pronunciamiento. El micro que arrolló a la chica era trucho. Además, durante el juicio, Enríquez acusó a su jefe (Félix Alarcón, dueño de la empresa de micros), de haber impedido que fuera a la comisaría apenas ocurrido el accidente. También denunció que, como él estaba inhabilitado para manejar, Alarcón quería que en su lugar fuera otro chofer para que el seguro cubriera los daños.
En los alegatos tanto el fiscal José María Gutiérrez, como el abogado de la familia de Yamila, Gregorio Dalbón, habían pedido cinco años de prisión para Enríquez. “El fallo ha recogido la representación del dolor de la familia de la víctima. En lo personal, estoy muy satisfecho”, aseguraba el fiscal. El caso de Yamila Morán fue bisagra en la región y uno de los pocos en donde un condenado por “homicidio culposo” debió purgar de manera efectiva en prisión la pena impuesta.
Guillermo Troncoso
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