La intervención del Equipo Argentino de Antropología Forense permitió conocer qué sucedió con Mariela Tasat, quien desapareció en 2002 en Lanús, cuando tenía 14 años.
La desaparición de la adolescente Mariela Tasat, quien fue buscada por su madre durante 15 años porque creía que había sido captada por una red de trata, es uno de los casos emblemáticos de la cadena de errores que se pueden cometer desde el Estado e impiden la rápida identificación de una persona. Para el esclarecimiento de lo ocurrido resultó clave la intervención del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), reconocido por su actuación en los casos de desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar y de los soldados enterrados como NN en la Guerra de Malvinas, que también trabaja en alrededor de treinta casos policiales estancados por desidia o falta de pruebas.
Mariela Tasat, de entonces 14 años, fue vista por última vez el 7 de septiembre de 2002 en la puerta de su casa, en Lanús. Fue el primer caso documentado por la organización no gubernamental Missing Children, pero tuvo que pasar mucho tiempo para que se conociera la verdad.
La madre de la chica, Luisa Olivera, encaró una búsqueda por años en prostíbulos y barrios marginales hasta que, enterada de la existencia del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), les pidió ayuda para tratar de esclarecer lo ocurrido con su hija.
“Lo que pudimos establecer es que ese mismo día la había atropellado un tren, sobrevivió unas horas y después murió en el hospital. Le tomaron las huellas digitales, pero no logró ser identificada”, contó Carlos Somigliana, integrante del EAAF.
Por eso, la adolescente fue enterrada como NN en el cementerio de Lanús y por las deformaciones que había sufrido en el accidente, en la autopsia colocaron que se trataba de una mujer de unos 30 años, otro dato erróneo que complicó todo.
A esto se sumó que cuando fueron a buscar el cuerpo, esos restos ya se habían pasado a un osario, una práctica que habitualmente se ordena de forma administrativa cada cinco o diez años, y que en su lugar se había enterrado a otra persona. “Pero la exhumación de Mariela no había sido completa, entonces se sacó a la persona que estaba arriba y con unos restos mínimos de ella que estaban ahí, se pudo obtener el ADN, se comparó con el de su madre y su hermana y dio positivo”, indicó Somigliana.
Mientras analizaba el expediente, el equipo de antropólogos descubrió también que las huellas de Tasat directamente nunca habían sido cargadas en el Registro Nacional de las Personas por motivos que se desconocen. “El sistema tiene un solo mecanismo de identificación que son las huellas digitales. Si bien es bueno, no puede ser el único, entonces la madre nos aportó el documento, donde tenía uno de los dedos, el pulgar derecho, pero la ficha que tiene que estar en el Estado, con los 10 dedos, no estaba”, aseguró el especialista. Entonces, esa huella se comparó con las que le habían tomado al cuerpo cuando se hizo la autopsia y también dio positivo.
“El hilo conductor de varios de estos casos es que la identificación surge por un motivo aleatorio, casi fortuito y no sistemáticamente. Lo que está faltando es un sistema que funcione de manera tal que tenga distintas instancias de averiguación y de avances”, explicó Mariana Segura, integrante del EAAF.
Para la antropóloga, si bien no hay estadísticas, “las personas que no se identifican en las primeras 24 o 48 horas van camino a quedar en el olvido y muchas veces las familias se desalientan o son desalentadas a continuar con su búsqueda”. Sin embargo, muchos van directamente a golpear las puertas del EAAF, con sede en el predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), cuando advierten que sus causas no avanzan y también son los propios fiscales quienes recurren a ellos cuando toman conocimiento de su trabajo, muy reconocido en el exterior.
Fuente: Diario Popular