Carlos Robledo Puch usa poco la palabra matar, prefiere a cambio decir eliminar. En poco más de una hora de entrevista suplicó cinco veces que lo eliminen con una inyección letal. Pero si le dan a elegir prefiere pegarse un tiro en el corazón “como Favaloro”. Nació el 19 de enero de 1952. Tiene 68 años y hace desde febrero que está cumpliendo su condena en la Unidad 26 de Lisandro Olmos a donde fue trasladado desde Sierra Chica.
Dice que le falta el aire y le tiene muchísimo miedo, pánico, aunque usa la palabra pavor, a morir asfixiado con su propio moco: “A la noche me ahogo por el reflujo, me orino, apenas puedo mantenerme en pie porque mis piernitas no dan más. No estoy pidiendo una reparación por el daño que me han hecho teniéndome injustamente en la cárcel 48 años, me robaron mi vida a los 20, sino que suplico me apliquen una inyección letal como hicieron con Eva Perón cuando no daba más del dolor…¿usted sabe eso?, pocos lo saben, a Evita no la dejaron sufrir más, le aplicaron una inyección de mucha morfina para que deje de sufrir y yo quiero lo mismo porque no me van a dar un arma para que me pegue un tiro en el corazón como hizo Favaloro, así no se sufre nada”.
“El ángel de la muerte” que fue detenido en 1972 y es considerado uno de los más grandes asesinos en serie no sólo de nuestro país sino también del mundo quebró el silencio después de mucho tiempo. Quiso hablar de su vida, de su historia, de su actualidad y lo hizo con El Editor Platense. Antes había esquivado intentos de periodistas de enorme prestigio, aceptaba sus propuestas de entrevistas pero llegada la hora les hacía levantar sus micrófonos, grabadores, cámaras y en casos set de filmación, y debían irse sin su testimonio tan requerido. “¿Usted es el hijo de Franco Salomone?”, preguntó para saber quién lo iba a indagar. Cuando se enteró que nada que ver con ese periodista de gran carrera en medios televisivos no le importó demasiado y habló, habló mucho.
A pesar que asegura que le falta el aire Robledo Puch casi que no tiene pausa al contar su verdad. Así como usa mucho la palabra eliminar, también usa lastimar. Quizás sea tema para los psicólogos: “Yo no lastimé ni eliminé a nadie, quienes mataban eran los Ibañez y por la corrupción de este país, por 50 millones de pesos ley que puso Jorge Ibañez, compraron al subcomisario de Tigre de aquel entonces para que no se sepa el verdadero autor de esos crímenes y me dejaron preso a mí. Yo sólo robaba para ayudar a los pobres. ¿Usted sabe?, mis padres no podían comprarme libros y lo primero que robé en mi vida fue una colección de libros entre los que estaba la historia de Robin Hood”.
Los Ibañez fueron sus primeros secuaces, su amigo Jorge Antonio murió en un accidente de auto en el que Puch se vió involucrado y luego otro secuaz suyo, Héctor Somoza fue asesinado según la Justicia por el propio Puch mientras estaban en pleno robo en una joyería: “Florencio Simón Ibañez, él fue quien mató a Somoza. A mi me contaron los presos que estaban en la comisaría cuando me detuvieron en el año 1972 que Florencio le dijo a su padre que iba a contar todo y Jorge Ibañez (padre) se cortó las arterias para que lo lleven al hospital…Yo nunca lastimé ni maté a nadie, pero en este país la justicia no existe”.
Mientras avanzaba la entrevista telefónica (por protocolo en esta época de pandemia se decidió que sea así aunque él esperaba estar frente a frente con quien lo iba a entrevistar) Robledo Puch volvía siempre a lo mismo y con mucha angustia, casi llorando aunque no llegaba a quebrarse del todo, suplicaba que lo eliminen con una inyección letal: “Total nadie se tiene que enterar, que me lleven a una clínica y me apliquen una inyección señor -decía una y otra vez- estoy suplicando por el amor de Dios que hagan eso, no doy más, me queda poco tiempo…”
Insiste en que su estado de salud es muy malo y asegura que en el penal de Sierra Chica “estaba a lo más bien”. Y de repente “por no haber comido dos días, por ignorancia se me formaron tres hernias y con la última se me rompió la próstata. Ahora estoy sentado hablando con usted y tengo un papagayo porque me orino encima, estoy sucio, la última vez que me bañé fue en febrero, se me cae la piel, tengo asma que me quedó desde cuando me pisaron el pecho con unos borceguíes hace mucho, tengo olor a orín, no doy más”.
No quiero morir en medio de un sufrimiento espantoso, me resfrío con facilidad, me ahogo, morir asfixiado es tremendo. Tengo pavor. Yo ni siquiera usaba armas para robar. En 48 años de cárcel solamente tengo dos partes por agarrarme a trompadas siendo que los presos se matan todos los días. A mí en Sierra Chica me quería todo el mundo”
Sus padres
Cuando se le pregunta qué les diría a sus padres si estuvieran vivos, Robledo Puch se muestra arrepentido de todo lo que hizo: “Abrazaría con fuerza a mi mamá y a mi papá, los hice sufrir mucho. La última vez que vi a mi padre nos miramos mucho, en silencio, y yo le dije que se quede tranquilo que la vida me iba a reivindicar. Cuando yo robaba ellos intentaron ayudarme, me llevaron a un conventillo pero cuando salí trabajé un tiempo en un taller de autos y volví a robar”, y vuelve a repetir: “Yo era ladrón, nunca lastimé ni maté a nadie…”
Sobre si se siente identificado con la película “El Angel” de 2018 dirigida por Luis Ortega y protagonizada por Lorenzo Ferro que hacía de él, expresó que “es todo una farsa. Me muestran bailando, a mí no me gusta bailar. Sí se tocar el piano pero ahora ya no puedo porque tengo lastimadas las manos. Pero los que hicieron esta película no saben nada de mi vida, ni nadie sabe nada de mi vida. Por eso estoy contando ahora toda mi verdad”, expresó.
Y siguió: “Mi mamá en julio del 1985 se pegó un tiro en la cabeza con un arma que era del padre, le salvaron la vida en la clínica Mayo milagrosamente porque la munición era vieja, siempre desde chiquito supe donde estaba esa pistola y nunca la toqué. Pero eso nadie nunca lo mencionó”.
Dentro de la parodia del juicio oral que me hicieron en 1980, desde el 4 de agosto, le pidieron opinión a peritos balísticos, quienes dijeron claramente que en el caso de Robledo Puch no se condicen las pericias balísticas. ´El acusado debería haber usado otras armas’ decían, pero nadie los escuchó”
-¿Qué hizo entonces mal usted Carlos?
“Robar, robaba para ayudar a gente muy pobre. Yo me crié en un conventillo. Yo lo primero que robo fue una colección de libros de Robin Hood porque mis padres no podían comprarme casi nada. Soy hijo único y en silencio miraba en mi barrio cómo había pibes que tenían tantos juguetes y que estaban muy bien,en cambio yo tuve pocos juguetes…un tractor, un camioncito cisterna marca Baltasar, y un día de reyes me regalaron uno de esos autitos para ponerle masilla, ¿se acuerda?Yo ayudaba a la gente pobre, anónimamente les dejaba dinero envuelto en sobres de papel madera”.
Barreda
-¿Usted conoce a Barreda, conoce su historia? ¿Qué opina de Barreda?
“Yo no puedo juzgarlo, pero sí puedo decir que es un hombre que se cansó del maltrato del que era objeto y mató a esas mujeres. Una vez un interno en Sierra Chica que se estaba bañando y saliendo de la ducha me preguntó ¿por qué Barreda sí y Robledo no?, se refería a por qué él había salido libre y yo no…Y le respondí porque a Barreda no lo consideran un peligro para la sociedad y a mí sí. Por eso él pudo cumplir su pena y salir”.
“Yo tuve oportunidad de salir pero cuando asumió Néstor Kirchner pasaron mi causa de la Sala 2 de la Cámara de Apelación de San Isidro a la Sala 1, lo hicieron para evitar que me dieran la libertad que había pedido después de cumplir mi condena. Yo soy peronista, pero los Kirchner no lo son, son traidores a la patria, eso hay que decirlo con todas las letras. Mire yo no le deseo el mal a nadie, pero hay cosas muy injustas que son intolerables”.
La comunicación telefónica se cortó dos veces. Al volver a llamar él estaba esperando porque quería hablar, quería decir más y repasar toda su vida y contar su verdad. Hablaba con prisa y sin pausa, no era fácil meter preguntas en el medio, no escuchaba demasiado, y pedía una y otra vez que le den esa inyección letal.
Por: Alejandro Salamone
Fuente: https://eleditorplatense.com.ar/
Fotos: gentileza del Servicio Penitenciaron Bonaerense, Unidad 26