Durante la noche del martes se realizó el velatorio del oficial de la Policía Federal Argentina, Esteban Nicolás Lagos, asesinado de cuatro tiros por delincuentes que asaltaron un colectivo de la línea 100 en el barrio porteño de Barracas. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio de Ezpeleta. Hubo gran dolor en la institución policial. Lagos, de 28 años, es el 21º efectivo asesinado en lo que va del año. Era hijo del sargento y encargado del Destacamento de Bomberos Voluntarios de Ezpeleta, Andrés Lagos, que además es suboficial de la División Homicidios de la Federal, y tenía una hija de dos años.
Una caravana fúnebre con motos de las distintas fuerzas de seguridad –entre ellas Policía Federal, Policía de la Ciudad, Prefectura Naval, Gendarmería y Policía de Seguridad Aeroportuaria- acompañó a los restos del efectivo desde la casa velatoria hacia el Cementerio Municipal de Ezpeleta, donde los esperaba una Guardia de Honor. Durante el sepelio, la familia estuvo acompañada por el secretario de Seguridad de la Nación Eduardo Villalba, y el jefe de la Policía Federal, Juan Carlos Hernández.
En el cementerio, una Guardia de Honor esperaba la llegada del cuerpo Lagos para darle el último adiós. Por los protocolos impuestos frente al coronavirus, al lugar solo pudo ingresar la familia. Durante la ceremonia, su hermano Ignacio, quien también forma parte de la misma institución policial, lo recordó como “una buena persona, un buen pibe”. “¿Cómo puede ser que un chaleco le traspase la bala? No sé si están vencidos o qué pero por lo menos que haya Justicia”, pidió.
Ayer, su madre, Fabiana, había expresó que su hijo “no tiró primero porque habrá pensado que iba a ir preso y tiene una hija. Pensó en eso, como el otro compañero (Juan Pablo Roldán) que mató el loco del cuchillo”. La mujer contó que Lagos “trabajaba como un loco, doce horas por días, tenía una nena de dos años para que lo agarren estos y lo maten”. Y reclamó: “En este país defienden solamente a los chorros (sic), entran por una puerta y salen por la otra”.