Jorge Nadal, sobreviviente de centros clandestinos de detención durante la última dictadura y a quien le llevó 30 años recuperar a su hijo apropiado, hizo ayer un detallado relato ante la Justicia federal de La Plata de las brutales torturas que sufrieron él y su familia al declarar en el marco del juicio que se sigue a 17 represores, entre ellos Miguel Etchecolatz, por los delitos cometidos en Pozo de Quilmes, de Banfield y El Infierno, en Lanús.
“El plan sistemático de los genocidas no se conformó con nosotros y fueron por nuestros hijos; a mi hijo Pedro Luis lo busqué 30 años y mi otro hijo, Carlos Alberto, tuvo secuelas en su salud, todo este desquicio derivó en un trastorno psiquiátrico”, relató Nadal.
El hombre brindó testimonio ante el Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata, que desde el 27 de octubre juzga a 17 represores, entre ellos Miguel Etchecolatz, por los secuestros, torturas, crímenes y abusos sexuales cometidos contra casi 500 víctimas alojadas en tres centros clandestinos de detención durante la última dictadura.
Nadal, ex militante del PRT, contó los hechos que rodearon a su secuestro, ocurrido el 16 de mayo de 1975, cuando ingresó una patota a su casa, donde vivía junto a pareja Hilda García -en ese momento embarazada- y su hijo pequeño, Carlos Alberto.
“Enseguida apuntaron con una ametralladora Halcón en la panza de mi compañera para asustarla, para humillarla, para ver tal vez si abortaba”, recordó el hombre, que agregó que otro integrante de la patota le pegó un tiro a un conejo, que era la mascota de su hijo, “frente a la mirada aterrada” del niño.
Nadal fue introducido en un Ford Falcon y llevado a la Brigada de Banfield. Ese mismo día otras 31 personas fueron secuestradas, cuyos nombres recordó Nadal en esta audiencia.
“Las sesiones de tortura se hacían sobra una cama elástica de alambre romboidal, ataban un cable al dedo gordo de pie y a veces nos tapaban con sábana mojada. Aplican tortura en los ojos, las fosas nasales, los genitales y también me efectuaron un tiro de 45 en la rodilla, lo mismo hicieron en uno de los lóbulos de mis orejas y allí también aplicaron picana”, dijo el sobreviviente.
Hilda, la compañera de Nadal, fue secuestrada en marzo de 1976, junto a su bebé Pedro, pero el mayor de sus hijos, Carlos Alberto, de 3 años, fue rescatado y llevado junto a sus abuelos maternos por una compañera de militancia de la madre.
La mujer de Nadal estuvo cautiva en el Pozo de Quilmes y actualmente está desaparecida. Pedro Luis fue apropiado y entregado a un policía de la Brigada de Quilmes, Luis Ferian, quien lo crió como propio junto a su esposa.
“Mi hijo creció con la idea que era hijo de Ferian, que le había dicho que su mamá era una loquita, una mujer ligada a la prostitución que lo había parido y no lo quería y que como él era el padre biológico lo había recibido”, precisó.
Luego contó: “Cuando me fui a Francia, después de aprender el idioma y conseguir un trabajo pude traer conmigo a mi hijo Carlos Alberto, quien tuvo problemas de salud desde los 3 a los 14 años, sangrados a nivel intestinal que terminó en una úlcera aguda”. Al volver del exilio, en 1984, se puso en contacto con Abuelas de Plaza de Mayo y fue ayudado por muchos compañeros y compañeras para buscar a su otro hijo, a quien finalmente encontró bajo el nombre de Luis Alberto Ferian.
“Por todas estas secuelas vividas pido que cuando dicten sentencia sea una sentencia firme en tiempo y forma”, reclamó Nadal a los jueces.