Intentó ahorcarse con un hilo sisal grueso que encontró. Lo contó el sobreviviente Virgilio César Medina durante la audiencia 23 del juicio unificado por los delitos de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención y exterminio conocidos como El Pozo de Banfield, el de Quilmes y El Infierno de Avellaneda. Fue uno de los testimonios que se escuchó durante la jornada de ayer. También declararon Mario Colonna (continuación audiencia anterior), Eva Romina Benvenuto y Néstor Busso.
Colonna fue el primero en declarara, ya que continuaba con el testimonio que había comenzado en la audiencia anterior. Contó, entre otras cosas, los reclamos que hizo ante la Cruz Roja para que se reclamara por las condiciones de detención de los presos políticos durante los años de plomo.
Medina precisó que fue secuestrado el 24 de marzo de 1976 en horas de la tarde, en el domicilio de sus padres, con la presencia de su señora y sus hijos. “Fui detenido por personal de la Policía bonaerense y del Ejército Argentino. Me conducen hacia la comisaría de Lobos, me toman los datos y me llevan a un calabozo individual. Se me coloca venda, una capucha y esposas. Recuerdo que sentí temor por las preguntas, por nombrar gente“, comentó.
Fue en ese momento cuando intentó quitarse la vida. “Encontré un hilo sisal grueso y lo colgué de la bisagra de la puerta, después me desperté con una picazón en el cuello. No se cumplió lo que quería“, admitió el hombre. Una vez recuperado, lo llevaron a una sala, donde había un camastro de metal. “Me acostaron, me hicieron una sesión de picana y de interrogatorio. Me hacían preguntas, si conocí a tal personal, no sabía los nombres que me decían. En algún momento, como una especie de defensa, me arquié para arriba y alguien dijo ´pará pará´. Les pedí agua y alguien de ellos me dijo ´no sabés que no te podemos dar agua después de una sesión porque te morís acá mismo´. Me devolvieron al calabozo”, relató.
“Así pasaban los días. La tortura era también psicológica porque uno podía escuchar los gritos de las personas, que por el tono de voz te dabas cuenta que eran jovencitos”, dijo, y las definió como “voces perdidas” que se escuchaban durante la madrugada, personas que llamaban a su padre y a su madre. “Esos gritos taladraban”, describió.
Y continuó: “Después de algunos días se apersonaron dos oficiales del Ejército, me sacaron de la celda, me vendan, me ponen la capucha y me esposan. Me conducen a un vehículo, atrás, y comenzamos un viaje largo. En determinado momento, en un retén, dijeron ´llevamos un paquete´y continuamos viaje. Era una dependencia de la Policía Federal en Azul. Estuve unos días, mal comido y con frío. De ahí me llevan a la cárcel de Azul, donde estoy dos días. Por primera vez, recibo una bolsa con fruta. Me dijeron que me la había enviado mi señora”. Y precisa, entonces, que un compañero de una celda contigua le informa que su padre estaba en el mismo lugar.
“Un buen día nos sacan a todos y nos llevan en celulares a la cárcel de Sierra Chica, tétrico. En esa cárcel estuve tres años, también fue mi padre. A él, a los seis meses le dieron la libertad. Se fue haciendo cada vez más duro”, describió Medina, y precisó que luego fue llevado en un Hércules a La Plata, donde tuvieron un régimen “un poco más distendido”. “Cuando salimos en libertad, a los poquitos días fuimos al Ministerio del Interior para solicitar algún papel por haber estado detenido, porque yo quería reingresar a mi trabajo. Me extendieron un certificado en el que reza que estuve detenido sin ninguna causa en absoluto”, completó.
Luego fue el turno de Eva Romina Benvenutto, hija de Jorge Benvenutto. “En el momento del secuestro, mi mamá tenía 23 años y mi papá, 24. Yo, un año y medio”, explicó, pero aclaró que antes de la detención de sus padres, fue secuestrado su tío. “En julio del 76 llegan a la casa de mi abuelo paterno a buscar a mi papá, rompen la puerta del fondo, entran muchas personas, en la casa estaba mi abuelo, mi abuela, mi tía de 4 años y mi tío de 15. Se quieren llevar ami abuelo pero mi tío se ofrece”, precisó.
Y dio paso a lo que le contó su tío. “Estuvieron dando vueltas por Ensanada dos horas, iban subiendo personas a los autos en el recorrido y después hacen un largo trecho, donde lo llevan a él, lo bajan en un galpón, un lugar amplio, lo ponen en un cuarto y al lado (se refiere a Arana) escucha a un compañero (Raúl Romano) y escucha la tortura. Le preguntaban por mi papá”, dijo la joven, quien detalló que estuvo dos días allí hasta que hicieron un simulacro de fusilamiento y lo liberaron. “En un descampado, lo hicieron arrodillar, le apuntaron en la cabeza, pero no lo mataron. Tuvo suerte, me dijo que le dijeron que cuente hasta 100 pero el tío le dijo ´conté hasta que amaneció´. Se sacó las vendas, se animó a caminar, sale a la calle 7, se toma el micro, y vuelve a la casa”, apuntó.
“Mi abuelo le avisa a mi papá que se llevaron a mi tío, mi papá le dice ´quedate tranquilo que yo me voy a entregar para que lo larguen a Oscar, pero lo único que te voy a pedir es que me cuides a Evita´. Fue como una despedida para ellos. Esa madrugada, aparece mi tío y él no se entrega”, recordó, siempre de acuerdo al relato de sus familiares.
El 23 de julio fueron secuestrados sus padres, en Punta Lara y ella fue entregada en la comisaría, por vecinos que escucharon el llanto de una nena. “Ellos estaban semidesnudos porque estaban durmiendo, los agarran a los dos, a mi me agarran a upa, mi mamá le pegó al que me tenía a upa y me largó, la agarró a ella. La subieron a palos al auto, se fueron. Los vecinos escuchaban que una niña lloraba, me van a buscar, me ponen una polera de mi papá y me llevan a la comisaría de Punta Lara. Mi abuelo se entera enseguida y me va a buscar. Me quedo con ellos”, describió.
“Empezó la búsqueda de mi abuela, con la cuñada de mi papá, buscándolos por todos lados. Pasaron meses sin saber nada, pero el 26 septiembre del 76, por la madre de Patricia Pozzo, mi abuela materna se entera que mi mamá estaba en la comisaría de Valentín Alsina. Ella pasó a disposición del Poder Ejecutivo, estaba legalizada, y la empezaron a visitar. La pasaron a Olmos, después a Villa Devoto, le dan la libertad en enero de 1980 y falleció en octubre de ese mismo año en un accidente de auto”, puntualizó. Ella había estado en Arana y en el Pozo de Quilmes.
Respecto a Oscar, nada supo. “De mi papá, lo único que supe, que es lo que contó mi mamá a su cuñada, que es que estuvieron en un mismo lugar después del secuestro y una madrugada, un guardiacárcel la llevó a verlo, estaba muy golpeado y él le dijo que no iba a salir pero que se quedara tranquila que ella sí, para cuidarme a mi. Esa fue la última vez que ellos estuvieron juntos”, contó con la voz quebrada.
El TOF 1 de La Plata -integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico- juzga a 18 represores por las torturas, homicidios y ocultamiento de menores en perjuicio de casi 500 víctimas alojadas en tres centros clandestinos de detención durante la última dictadura cívico-militar.
Son juzgados, por los delitos cometidos en el Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes, el ex ministro de Gobierno bonaerense durante la dictadura, Jaime Smart; al ex director de Investigaciones de la Policía bonaerense, Miguel Etchecolatz; el ex médico policial Jorge Antonio Berges; Federico Minicucci; Carlos Maria Romero Pavón, Roberto Balmaceda y Jorge Di Pasquale. También son juzgados Guillermo Domínguez Matheu; Ricardo Fernández; Carlos Fontana; Emilio Herrero Anzorena; Carlos Hidalgo Garzón; Antonio Simón; Enrique Barré; Eduardo Samuel de Lío y Alberto Condiotti. Por los crímenes de lesa humanidad cometidos en “El Infierno” también están imputados Etchecolatz, Berges y Smart y el ex policía Miguel Angel Ferreyro.
Colonna fue el primero en declarara, ya que continuaba con el testimonio que había comenzado en la audiencia anterior. Contó, entre otras cosas, los reclamos que hizo ante la Cruz Roja para que se reclamara por las condiciones de detención de los presos políticos durante los años de plomo.
Medina precisó que fue secuestrado el 24 de marzo de 1976 en horas de la tarde, en el domicilio de sus padres, con la presencia de su señora y sus hijos. “Fui detenido por personal de la Policía bonaerense y del Ejército Argentino. Me conducen hacia la comisaría de Lobos, me toman los datos y me llevan a un calabozo individual. Se me coloca venda, una capucha y esposas. Recuerdo que sentí temor por las preguntas, por nombrar gente“, comentó.
Fue en ese momento cuando intentó quitarse la vida. “Encontré un hilo sisal grueso y lo colgué de la bisagra de la puerta, después me desperté con una picazón en el cuello. No se cumplió lo que quería“, admitió el hombre. Una vez recuperado, lo llevaron a una sala, donde había un camastro de metal. “Me acostaron, me hicieron una sesión de picana y de interrogatorio. Me hacían preguntas, si conocí a tal personal, no sabía los nombres que me decían. En algún momento, como una especie de defensa, me arquié para arriba y alguien dijo ´pará pará´. Les pedí agua y alguien de ellos me dijo ´no sabés que no te podemos dar agua después de una sesión porque te morís acá mismo´. Me devolvieron al calabozo”, relató.
“Así pasaban los días. La tortura era también psicológica porque uno podía escuchar los gritos de las personas, que por el tono de voz te dabas cuenta que eran jovencitos”, dijo, y las definió como “voces perdidas” que se escuchaban durante la madrugada, personas que llamaban a su padre y a su madre. “Esos gritos taladraban”, describió.
Y continuó: “Después de algunos días se apersonaron dos oficiales del Ejército, me sacaron de la celda, me vendan, me ponen la capucha y me esposan. Me conducen a un vehículo, atrás, y comenzamos un viaje largo. En determinado momento, en un retén, dijeron ´llevamos un paquete´y continuamos viaje. Era una dependencia de la Policía Federal en Azul. Estuve unos días, mal comido y con frío. De ahí me llevan a la cárcel de Azul, donde estoy dos días. Por primera vez, recibo una bolsa con fruta. Me dijeron que me la había enviado mi señora”. Y precisa, entonces, que un compañero de una celda contigua le informa que su padre estaba en el mismo lugar.
“Un buen día nos sacan a todos y nos llevan en celulares a la cárcel de Sierra Chica, tétrico. En esa cárcel estuve tres años, también fue mi padre. A él, a los seis meses le dieron la libertad. Se fue haciendo cada vez más duro”, describió Medina, y precisó que luego fue llevado en un Hércules a La Plata, donde tuvieron un régimen “un poco más distendido”. “Cuando salimos en libertad, a los poquitos días fuimos al Ministerio del Interior para solicitar algún papel por haber estado detenido, porque yo quería reingresar a mi trabajo. Me extendieron un certificado en el que reza que estuve detenido sin ninguna causa en absoluto”, completó.
Luego fue el turno de Eva Romina Benvenutto, hija de Jorge Benvenutto. “En el momento del secuestro, mi mamá tenía 23 años y mi papá, 24. Yo, un año y medio”, explicó, pero aclaró que antes de la detención de sus padres, fue secuestrado su tío. “En julio del 76 llegan a la casa de mi abuelo paterno a buscar a mi papá, rompen la puerta del fondo, entran muchas personas, en la casa estaba mi abuelo, mi abuela, mi tía de 4 años y mi tío de 15. Se quieren llevar ami abuelo pero mi tío se ofrece”, precisó.
Y dio paso a lo que le contó su tío. “Estuvieron dando vueltas por Ensanada dos horas, iban subiendo personas a los autos en el recorrido y después hacen un largo trecho, donde lo llevan a él, lo bajan en un galpón, un lugar amplio, lo ponen en un cuarto y al lado (se refiere a Arana) escucha a un compañero (Raúl Romano) y escucha la tortura. Le preguntaban por mi papá”, dijo la joven, quien detalló que estuvo dos días allí hasta que hicieron un simulacro de fusilamiento y lo liberaron. “En un descampado, lo hicieron arrodillar, le apuntaron en la cabeza, pero no lo mataron. Tuvo suerte, me dijo que le dijeron que cuente hasta 100 pero el tío le dijo ´conté hasta que amaneció´. Se sacó las vendas, se animó a caminar, sale a la calle 7, se toma el micro, y vuelve a la casa”, apuntó.
“Mi abuelo le avisa a mi papá que se llevaron a mi tío, mi papá le dice ´quedate tranquilo que yo me voy a entregar para que lo larguen a Oscar, pero lo único que te voy a pedir es que me cuides a Evita´. Fue como una despedida para ellos. Esa madrugada, aparece mi tío y él no se entrega”, recordó, siempre de acuerdo al relato de sus familiares.
El 23 de julio fueron secuestrados sus padres, en Punta Lara y ella fue entregada en la comisaría, por vecinos que escucharon el llanto de una nena. “Ellos estaban semidesnudos porque estaban durmiendo, los agarran a los dos, a mi me agarran a upa, mi mamá le pegó al que me tenía a upa y me largó, la agarró a ella. La subieron a palos al auto, se fueron. Los vecinos escuchaban que una niña lloraba, me van a buscar, me ponen una polera de mi papá y me llevan a la comisaría de Punta Lara. Mi abuelo se entera enseguida y me va a buscar. Me quedo con ellos”, describió.
“Empezó la búsqueda de mi abuela, con la cuñada de mi papá, buscándolos por todos lados. Pasaron meses sin saber nada, pero el 26 septiembre del 76, por la madre de Patricia Pozzo, mi abuela materna se entera que mi mamá estaba en la comisaría de Valentín Alsina. Ella pasó a disposición del Poder Ejecutivo, estaba legalizada, y la empezaron a visitar. La pasaron a Olmos, después a Villa Devoto, le dan la libertad en enero de 1980 y falleció en octubre de ese mismo año en un accidente de auto”, puntualizó. Ella había estado en Arana y en el Pozo de Quilmes.
Respecto a Oscar, nada supo. “De mi papá, lo único que supe, que es lo que contó mi mamá a su cuñada, que es que estuvieron en un mismo lugar después del secuestro y una madrugada, un guardiacárcel la llevó a verlo, estaba muy golpeado y él le dijo que no iba a salir pero que se quedara tranquila que ella sí, para cuidarme a mi. Esa fue la última vez que ellos estuvieron juntos”, contó con la voz quebrada.
El TOF 1 de La Plata -integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico- juzga a 18 represores por las torturas, homicidios y ocultamiento de menores en perjuicio de casi 500 víctimas alojadas en tres centros clandestinos de detención durante la última dictadura cívico-militar.
Son juzgados, por los delitos cometidos en el Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes, el ex ministro de Gobierno bonaerense durante la dictadura, Jaime Smart; al ex director de Investigaciones de la Policía bonaerense, Miguel Etchecolatz; el ex médico policial Jorge Antonio Berges; Federico Minicucci; Carlos Maria Romero Pavón, Roberto Balmaceda y Jorge Di Pasquale. También son juzgados Guillermo Domínguez Matheu; Ricardo Fernández; Carlos Fontana; Emilio Herrero Anzorena; Carlos Hidalgo Garzón; Antonio Simón; Enrique Barré; Eduardo Samuel de Lío y Alberto Condiotti. Por los crímenes de lesa humanidad cometidos en “El Infierno” también están imputados Etchecolatz, Berges y Smart y el ex policía Miguel Angel Ferreyro.