La multitud marchó los 300 metros hasta la esquina de la comisaría 2°, pero no llegaron al frente de la seccional: un vallado triple policial se los impidió. Hubo forcejeos, gases lacrimógenos y un “que se vayan todos” que se escuchó como signo del hartazgo vecinal.
“Exigimos Seguridad y Justicia por otra muerte más de un vecino”, se leía en el flyer que se viralizó por WhatsApp donde se convocaba a las 19 a los vecinos a marchar desde Alvarado y Avenida de Mayo, en el partido de La Matanza. En esa misma calle, los carteles con imágenes de gendarmes y la leyenda “700 nuevos efectivos de Gendarmería Intendencia Fernando Espinoza” copaban cuanto espacio había. Encima, les habían pegado un crespón negro, con la leyenda “Basta”.
Para ese entonces, la comisaría 2°, que queda a 300 de donde asesinaron al kiosquero, estaba cercada por policías. Paralelamente, dos patrulleros que quisieron contar el cruce Alvarado y Avenida de Mayo, donde antes de las 18.30 ya se habían juntado los vecinos, y la misma gente echó a los agentes, debieron replegarse: “No hace falta, en un rato no se va a poder circular por acá”, le explicó un hombre al conductor del móvil policial para que se fuera.
Para antes del horario pautado, los vecinos aplaudían y pedían Justicia ante los medios. Todo se revolucionó cuando apareció Pedro Sabo, el padre de Roberto, muy conmocionado. Los abrazos y los gritos de “fuerza” se multiplicaron. En llanto, el hombre habló de “sinvergüenzas” y mostró su angustia.
“Le tiene que dar perpetua a ese h…”, pidió Pedro para el detenido Leandro Daniel Suárez (29), que este lunes lloró ante el fiscal Federico Medone, que investiga el homicidio del kiosquero, y le suplicó que no pida la máxima pena. Hay mucho malestar y nerviosismo entre los vecinos que acompañaron al padre de la víctima, que habló apoyado en la persiana del comercio donde mataron a su hijo y admitió que el ministro de Seguridad Sergio Berni lo visitó en su casa. “Nos están matando a todos, h… “, gritaba la gente.
Rodeado de familiares, a Pedro decidieron llevárselo del centro de la concentración pero los vecinos querían consolarlo y apenas podía avanzar. Los aplausos y los insultos de fondo, le ponían aún más dramatismo a la concentración que decidió comenzar la marcha espontáneamente diez minutos antes de las 19.
Encabezados por Pedro, el padre de la víctima y a quien los vecinos le alcanzaban agua, al grito de “Justicia, Justicia, Justicia” caminaron al ritmo de los aplausos y el enojo: “Hijos de p…”. Luego, comenzaron los reclamos por “seguridad, seguridad, seguridad”.
Quebrado y apoyado en un familiar, Pedro siguió encabezando la caminata hacia la comisaría, muy acongojado. “Roberto, presente”, fue el llamado y la respuesta: “Ahora y siempre”. La gente se dirigía rumbo a un vallado, ubicado sobre avenida de Mayo, que se instaló antes de la seccional 2° de Ramos Mejía, donde anoche la protesta fue mayúscula.
Eran las 19, cuando la gente derribó ese vallado puesto para que los manifestantes no lleguen hasta la seccional y los policías armaron un cordón con los escudos, cuerpo a cuerpo con los vecinos. Las imágenes eran angustiantes: “No queremos pelear con ustedes”, les decía a los agentes un hombre. La respuesta fue un doble cordón de policías y la gente mayor redobló la apuesta.
Una toma aérea de la movilización mostraba cómo la policía cercó la cuadra de Avenida de Mayo al 500, donde está la comisaría 2°. En ambas esquinas, los vecinos se agolparon para protestar. En diálogo con TN, el hijo de María Rosa Daglio, una psicóloga que fue asesinada por motochorros el 19 de marzo pasado, también en Ramos Mejía, dijo presente en la marcha y pidió: “Acá tiene que estar el país. Veo gente tomando café, ¿qué se piensan, que no les va a pasar a ustedes?”.
Mientras tanto, los vecinos que participaban de la movilización, y mostraban un hartazgo generalizado, seguían forcejeando con los policías, que les impedían llegar a la comisaría donde ya no está detenido el acuso del crimen de Roberto y que salió de prisión hace 14 meses. El vallado policial era tal que una persona se descompensó y para que la policía lo pudiera llevar a upa hasta la ambulancia tuvieron que dar muchísimas vueltas.
A unos metros de allí, frente a la persiana baja del kiosco donde mataron a Roberto, los familiares que no acompañaron a Pedro en la marcha, se despedían y lloraban. Las escenas eran muy tristes. “Gracias por el apoyo inmenso y por el cariño a todos los vecinos de Ramos”, dijo Paula, la ex esposa de Roberto en diálogo con TN.
Paula contó que se reunió con Berni: “Lo único que le pedí fue seguridad y, si el día de mañana mis hijos quieren atender el negocio, que me den seguridad”. Y dijo que se mudó hace cuatro años a otro distrito y que, desde entonces, ve “en decadencia a Ramos. Hoy hubo un robo a media cuadra”.
Uno de los hijos de Roberto recodó que “todo el mundo lo amaba y que estaba orgullo de su papá”, y dijo: “Vino un hijo de p… y nos arruinó a todos. Toda la vida le tuve miedo a la muerte y me lo sacó a mi papá. Se quejan de que los pibes se van del país pero no hacen nada para que se queden. No me dan nada acá”.
Nicolás, el otro hijo de Roberto y que también atendía el kiosco con su padre, recordó: “Mi papá estuvo siete años trabajando para poder comprarse su casa, y hasta los domingos trabajaba para darnos todos. Lo mataron por laburar”. Y explicó que su abuela le dijo que venda el negocio.
Mientras tanto, en la multitudinaria marcha algunos manifestantes le arrojaban bombitas de estruendo a la Policía y seguían los aplausos, y el pedido de Justicia a más de una hora de comenzada la movilización. Los cantos apuntaban al intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, y las protestas eran contra políticos, jueces y legisladores.
“Tenemos que involucrarnos todos. No se queden en la casa esperando que le maten un hijo, un padre. Esto me conmueve”, dijo un vecino, mientras una comerciante de la zona contó que tiene “mucho miedo”.
“Estamos a la buena de Dios, estamos encerrados y con miedo. Es terrible lo que ha cambiado: la inseguridad, los robos, los motochorros, es una zona liberada”, se quejó otra vecina de Ramos Mejía y una trabajadora de un edificio del barrio: “No se puede vivir así. Cuando mi hija sale con las amigas le pido que me avise y ella me dice que tiene que sacar el teléfono, le pido que se esconda para avisarme. Esto es un desastre”.
Pasadas las 20.25, la protesta se salió de control. La gente avanzó, empujó a los efectivos y las vallas. La respuesta policial fue tirar gases lacrimógenos. “El hijos de p…”, se adueñó de la noche, mientras manifestantes quedaron cara a cara con los agentes, volaban botellas y se escuchaban los estruendos y ruidos de vidrios rotos. Un comisario pedía calma y había manifestantes que intentaban calmar los ánimos.
La bandera que tenía el nombre de Zaira Rodríguez, a quien mataron en un robo en noviembre de 2018 en Villa Ballester, fue arrancada por un policía de las manos de los manifestantes y, de nuevo, la bronca de la gente se hizo carne en la primera línea de la marcha cuando la calma había llegado tras diez minutos a pura tensión. “La bandera de mi hija no la vas a tocar”, se quejó el padre de Zaira y señaló al agente que se la arrebató.
Y entonces el grito se hizo unánime: “Oh, que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Fue después de que un vecino les reclamó que la gente se “muere cuando va a trabajar”. Incluso, se escuchó el ruido de cacerolas. “Tenemos cagazo, tenemos miedo, la casa llena de cámaras y las podemos pagar, si no es rezar un Padre Nuestro y salir a la calle a ver si no te matan”, dijo un joven que participó de la movilización ante la prensa.
Cerca de las 21.15, nuevamente se repitieron los incidentes entre la gente que busca respuestas y los policías que les impedían avanzar. Volaron piedras, se sucedieron los insultos y los gritos, y el reclamo de los vecinos en la primera línea de la movilización.“Basta, loco… Esto es siempre igual, no cambia más. Yo tengo que estar estudiando y estoy acá por Roberto”, se quejó ante la prensa un joven que resultó herido en la cabeza y que conocía al padre de la víctima porque iba al jardín que está cerca del kiosco donde mataron al comerciante.
“Tengo diez robos un secuestro y una salidera”, se despachó una mujer que llevaba un cartel donde pedía: ‘Basta de circo, retírense todos…’.
Cerca de las 21.30, los incidentes recrudecieron cuando la policía le sacó otra bandera a los manifestantes, que lograron recuperarla y se enfrentaron a los agentes. De fondo, el sonido de las bocinas ensordecía: tomó un rol protagónico cuando se agotaron los aplausos.
El caso
El crimen del kiosquero ocurrió el domingo, minutos después de las 14, cuando los dos delincuentes, Suárez, de 29 años, y la adolescente de 15, llegaron hasta el comercio de avenida de Mayo al 800 de Ramos Mejía, en el partido de La Matanza, y mataron a Roberto Sabo. Para huir, le robaron el coche a un remisero y la moto a un delivery, pero chocaron. Ambos ingresaron a un supermercado de la zona para camuflarse pero no les sirvió de mucho: fueron detenidos.
Suárez cumplió una condena de 5 años y 10 meses de prisión y había salido hace 14 meses de prisión. Lloró este lunes ante el fiscal Federico Medone, de la UFI Temática de La Matanza, se negó a declarar, pidió que no le den perpetua y quedó alojado en otra seccional de la jurisdicción.
Para la adolescente, que es inimputable y está embarazada, el fiscal del fuero juvenil pidió que le apliquen una medida de seguridad. La Justicia de menores lo resolverá este jueves. Cuando la detuvieron, soltó una carcajada, esta tarde las fuentes mencionaron que “no se la vio muy reflexiva”.