En la víspera de la Solemnidad de Nuestra Señora de Luján, en la tarde de ayer se llevó a cabo en la basílica y santuario nacional el tradicional cambio de manto a la imagen de la Virgen de Luján.
La Eucaristía estuvo presidida por el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig; y concelebrada por el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, y su obispo auxiliar, monseñor Guillermo Caride; el arzobispo de Mendoza y vicepresidente 1° de la CEA, monseñor Marcelo Colombo; el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Marcelo Margni; el obispo de Gregorio de Laferrere, monseñor Jorge Torres Carbonell; el obispo de Zárate-Campana, monseñor Pedro María Laxague; el obispo de Quilmes, monseñor Carlos José Tissera; el obispo de San Miguel, monseñor Damián Nannini; el obispo de San Martín, monseñor Martín Fassi, el obispo de Morón, monseñor Jorge Vázquez; los obispos auxiliares de Buenos Aires, monseñor José María Baliña, monseñor Juan Carlos Ares, monseñor Ernesto Giobando SJ y monseñor Enrique Eguía Seguí; y sacerdotes presentes.
La celebración fue ocasión para el envío de las imágenes de Nuestra Madre de Luján que recorrerán las diócesis de la Provincia Eclesiástica de Buenos Aires.
En su homilía, monseñor Scheinig se refirió al lema que acompaña este año las celebraciones en honor de la Virgen: “Te quedaste con nosotros para siempre”, y que forman parte del camino hacia los 400 años de presencia de la Virgen de Luján entre nosotros.
Al referirse a la Virgen, el arzobispo destacó que su presencia “es fuente de vida para nuestro pueblo” y para cada peregrino que se acerca a su casa. Ella, agregó, “consuela, pacifica, renueva”.
“Su mirada y su corazón de Madre nos hacen sentir que la vida es valiosa, que vale la pena seguir luchando y apostando por la propia familia”, sostuvo.
Que la Virgen se quede entre nosotros para siempre, añadió el prelado, “es voluntad de Dios”, tal como lo señala Jesús en la cruz: “Aquí tienes a tu Madre”, la voluntad del Señor “es que su Madre sea nuestra Madre para siempre”, insistió. Esa es la manera, afirmó, que tiene nuestro Dios hecho carne de asegurar nuestra identidad de hijas e hijos suyos, una seguridad “de amparo y amor”.
El sueño de Dios, afirmó monseñor Scheinig, es que nos reconozcamos hijas, hijos y hermanos. “La fraternidad es el desafío de todos los días, especialmente en estos tiempos históricos extraordinarios, que requieren de una fraternidad extraordinaria”, señaló, indicando que la misión por la fraternidad, siempre es solidaridad con los más pobres, los enfermos, los sufrientes.
“Por eso, con esta llave hermosa que es María, con esta ‘abre puertas’ que es la Virgen Santísima de Luján, debemos sentirnos invitados a ser misioneros de la fraternidad”, es decir que “con nuestra vida debemos animarnos a transmitir vivamente la Patrnidad de Dios, la Maternidad de María, nuestro ser de hijas, de hijos y por lo tanto, nuestra condición de hermanas y de hermanos”.