Alberto Derman fue uno de los cuatro testigos que se presentaron este martes ante el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata. Fue secuestrado en dos oportunidades en tiempos de la dictadura cívico-militar y las dos veces estuvo en el Pozo de Quilmes. “Los gritos de los torturados eran permanentes”, advirtió. También prestaron testimonio, en la audiencia 69 (semipresdencial) del Juicio Brigadas, Marta Catanese, hija de Jorge Antonio Catanese, y la compañera y la hija de Carlos Enrique Hold, Natalia y Laura Donato.
Marta Catanese es hija de Jorge Antonio Catanese, quien fue visto en el Pozo de Banfield entre mediados de septiembre y mediados de octubre del 1977, y fue la primera en declarar. Su padre fue secuestrado el 15 de septiembre en su casa de Tres de Febrero.
“Mis padres estaban separados, él convivía con la mujer y un hijo de 1 año, yo vivía con mi madre y me enteré por unos amigos de mi papá, que vinieron a informarle a mi mamá lo que había pasado”, contó la mujer que tenía 15 años en ese entonces. “Por la radio me enteré en época de democracia que mi papá estuvo en el Pozo de Banfield porque un sobreviviente declaró”, explicó.
Por último, admitió: “Crecer sin un padre se me hizo muy difícil y buscarlo también, porque yo lo buscaba pero no me querían tomar declaración. Si bien estaban separados, compartíamos mucho”. “La esposa se enfermó muchísimo, mi hermano de 26 años falleció del corazón. Mi madre desarrolló una fortaleza extraordinaria para contenerme”, completó al ser consultadas por las consecuencias de su desaparición.
Alberto Derman, sobreviviente, fue el segundo en declarar en la audiencia semipresencial. Fue secuestrado por primera vez el 25 de octubre de 1977 y liberado tres días después. El 6 de diciembre de 1977 lo volvieron a secuestrar y estuvo detenido hasta el 28 de marzo de 1978. En ambos casos estuvo cautivo en el Pozo de Quilmes. Trabajaba en el Astillero Río Santiago cuando la dictadura comenzó y era representante gremial, por lo que no volvió a su trabajo y a los pocos meses se mudó a Ranelagh, donde trabajó en una metalúrgica, en frigoríficos y en una cartuchería. “Eran trabajos muy circunstanciales”, explicó respecto de los cambios.
“Me sometieron a torturas haciendo imputaciones que no tenían absolutamente nada que ver conmigo“, contó respecto a la primera detención. Fue secuestrado cuando pasó por la puerta de la Brigada de Investigaciones de Quilmes, mientras buscaba una guardería para su pequeño bebé. Fue seguido por un Peugeot 504 azul por algunas cuadras y luego, apresado de forma ilegal.
En la segunda detención, fueron a su casa y lo golpearon. Cuando llegó la pareja, también la golpearon y se los llevaron a los dos. Estaba con su pequeño hijo (Marcos) de poco más de 1 año, a quien dejaron en manos de unos vecinos y los días, el hermano de Cristina Gioglio (Oscar) se lo lleva y lo cría como propio. Cuando el chiquito tenía 5 años, interviene el consulado de Francia y le ordenan que el nene comience a visitar a la madre presa. Finalmente, ella recupera la libertad y se reencuentran. Federico, su hijo mayor (8), también se fue con ellos. Él había pasado por un orfelinato tras le secuestro de su madre.
En esta ocasión sí fue trasladado a las celdas (antes no) y encontró a un “montón de gente con las manos atadas y tabicadas”. “Los gritos de los torturados eran permanentes“, precisó. Tras ser legalizado, pasó a la Unidad Penal 9, pero también pasó por Rawson. Cómo había hecho una demanda, fue entrevistado por los entonces ministros de Corte y se comprometieron a liberarlo antes de la Navidad. “Finalmente, no fue así. Me liberaron un tiempo después”, manifestó.
Sobre el final, hizo hincapié en “los civiles”, que fueron “los que diseñaron, planificaron y llevaron a cabo el golpe genocida del 24 de maro de 1976”. Recordó el caso de las automotrices Peugeot y Ford, cuyos directivos entregaron a los dirigentes gremiales, que hoy permanecen desaparecidos. “Hemos estado esperando que se haga justicia y que se siente en el banquillo de los acusados a esos cómplices civiles del genocidio y la masacre que se produjo en este país. Estos 45 años que han pasado no son sino una expresión de la lamentable situación en la que se encuentra la Justicia en este país”, reflexionó.
Las siguientes en declarar fueron la hija y la compañera de Carlos Enrique Hold, Natalia y Laura Donato. Él fue secuestrado el 3 de febrero de 1977. “Era una persona muy comprometida”, describió su hija, quien precisó que la militancia en la izquierda comenzó unos años antes de la desaparición.
Ella y su madre se fueron a Brasil en junio de 1977, que se extendió hasta 1982. “Para mi el exilio finalizó recién en el año 93. Volví con 17 años a vivir a la Argentina. Intentamos volver cuando volvió la democracia pero las marcas que dejó la dictadura fueron tan grandes que no pudimos arraigar acá y volvimos a partir”, mencionó. Según contó, pudo volver a la casa natal recién 40 años después. “Tuve una infancia terriblemente marcada por la dictadura”, insistió.
Laura Donato declaró pero antes mostró un video armado por su propio nieto, en el que pasaban distintas imágenes de su compañero en distintas escenas de la vida cotidiana, con amigos y en familia. “Era un tipo feliz, alegre, muy interesante, siempre con una sonrisa, divertido, le ponía la garra y la vida a todo lo que hacía. Era un hermoso papá y un gran compañero, te agarraba la mano y caminaba al lado tuyo en todo. Yo quería que lo vieran con vida porque así se lo llevaron”, explicó mientras las imágenes pasaban.
“´¿Dónde está mi mujer y mi hija?´, preguntó. Fue la última vez que escuché su voz”, contó Laura con la voz quebrada entre el Tribunal, dando detalles del día del secuestro. Luego comenzó su “peregrinación”, tal como la definió ella, que contempló tiempos en Buenos Aires, Mendoza, Pinamar, en su casa y casas de amigos, también en Brasil, España e Italia. “Yo estaba aterrada vivía con mucho miedo, al punto que me mudé 32 veces en toda mi vida”, reflexionó. El juicio pasó a un cuarto intermedio hasta el martes 14 de junio, a las 8.30. Será una audiencia virtual.
El Tribunal Oral Federal 1 de La Plata -que está integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico- juzga a 17 represores, entre ellos a Miguel Etchecolatz y el ex médico policial Jorge Antonio Berges por las torturas, homicidios y ocultamiento de menores en perjuicio de casi 500 víctimas alojadas en tres centros clandestinos de detención durante la última dictadura cívico-militar.