Dos décadas pasaron desde que el nombre de Natalia Di Gallo se inscribió trágicamente en la crónica policial de Florencio Varela. El recuerdo de su brutal femicidio sigue siendo un eco desgarrador, marcando una herida abierta que la comunidad nunca logró cerrar.
El 28 de diciembre de 2003, Natalia, una joven de apenas 16 años, desapareció tras una cita con Nicolás Gómez, un conocido de pocos días. La promesa incumplida de regresar a las 2 de la mañana y la narrativa confusa de Gómez sobre un supuesto ataque en el Parque Pereyra desataron una búsqueda que concluyó cuatro días después con el hallazgo del cuerpo de Natalia en una zanja en Camino General Belgrano, en Berazategui.
El caso, desde sus primeros compases, estuvo plagado de complicaciones. La intervención apresurada de la Policía Bonaerense en la escena del crimen contaminó las pruebas, dando pie a una serie de hipótesis y detenciones, entre ellas la de Gómez, señalado como el entregador de Natalia a sus asesinos.
A lo largo de los años, la familia Di Gallo se vio inmersa en una travesía judicial marcada por detenciones, liberaciones y cambios en la fiscalía. Un punto de inflexión llegó en 2011 con un nuevo testigo que respaldó la versión de una pareja que había presenciado el traslado de Natalia entre autos antes de su muerte.
El juicio se llevó a cabo en 2014, 10 años después del fatídico crimen. Nicolás Gómez recibió una condena de 20 años por su participación en el secuestro seguido de muerte, pero los autores materiales del femicidio de Natalia permanecen en las sombras, sin ser identificados.
La declaración de Martín Lanatta, vinculando el caso a prácticas aberrantes en una quinta de Florencio Varela, abrió un nuevo frente, pero la justicia no logró hallar a los responsables. La pareja señalada fue sobreseída, y la lucha de la familia Di Gallo por verdad y justicia sigue sin resolverse.
En el aniversario número 20° de su trágica desaparición, Natalia Di Gallo persiste como un símbolo ineludible de la violencia de género. Su memoria exige respuestas, y la comunidad de Florencio Varela no debe olvidar el desafío pendiente de erradicar la impunidad en casos como este. La justicia, tan esquiva en este doloroso episodio, continúa siendo una demanda que no se apaga.
Fuente: Infosur