Ayer murió Nora Cortiñas, una de las madres de Plaza de Mayo más reconocidas e icono de mil luchas. Su vida cambió para siempre en 1977, cuando la última dictadura secuestró y desapareció a su hijo Gustavo. Desde entonces, se sumó a la militancia por los derechos humanos y acompañó cada lucha que pudo. Le decían “la madre de todas las batallas”. Tenía 94; ejemplo e ícono de la lucha por las causas nobles y los Derechos Humanos.
Norita, como le decían cariñosamente, era una madre “común” hasta el 15 de abril de 1977, cuando secuestraron a su hijo Gustavo, de 24 años. Lo buscó desde el primer día. Se sumó a Madres de Plaza de Mayo y participó en la búsqueda colectiva de verdad y justicia. Hasta principios de mayo, participó de las rondas de los jueves en la principal plaza del país.
Con el tiempo su nombre tomó otras dimensiones por su solidaridad permanente con infinidad de luchas. Podía ir hasta Santiago del Estero y defender campesinos, ponerse el pañuelo verde en la muñeca y pedir por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Era Norita, la “madre de todas las batallas”.