La mañana del 18 de septiembre de 2006 en La Plata parecía arrancar como cualquier otra: la primavera se acercaba, los hinchas discutían sobre el fútbol del fin de semana y las calles se movían al ritmo habitual de un lunes. Sin embargo, ese día quedaría grabado en la historia reciente de Argentina, por un hecho que todavía duele: la segunda desaparición de Jorge Julio López, sobreviviente de los centros clandestinos de detención del “Circuito Camps” y testigo clave contra Miguel Etchecolatz. López tenía 76 años y había decidido enfrentar sus propios fantasmas para declarar en el juicio que condenó al ex comisario general. Lo movía un compromiso profundo: dar voz a quienes no pudieron contar lo que habían sufrido en cautiverio.
El día que debía asistir a la audiencia de alegatos, jamás llegó al tribunal. Las primeras horas estuvieron marcadas por la confusión. Algunos familiares pensaron que podía haberse desorientado o descompensado. Pero pronto quedó claro que no se trataba de eso. Testigos lo habían visto caminar cerca de su casa en Los Hornos, hasta que su rastro se desvaneció. Desde entonces, nunca más se supo de él.

Declaración
Al declarar el 28 de junio de 2006 ante el Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata, Julio López revivió con crudeza lo que había sufrido tras su secuestro en 1976. Contó que lo llevaron a distintos centros clandestinos, donde lo torturaron y donde vio morir a compañeros de militancia como Patricia Dell’Orto y Ambrosio Francisco de Marco.
Su testimonio no solo reconstruyó escenas del horror, sino que también señaló directamente a Etchecolatz como responsable de asesinatos y tormentos.
Entre las frases que quedaron grabadas, relató cómo Patricia imploraba que la llevaran a una cárcel para poder criar a su hija. En la intimidad, su familia temía por las consecuencias que podría ocasionarle revivir todo ese horror. Su esposa le pedía que no declarara, convencida de que algo malo podía pasarle.
Pero López estaba decidido: había hecho una promesa a sus compañeros desaparecidos y no pensaba dar marcha atrás. Esa convicción lo llevó a sentarse frente a los jueces, aun con el riesgo de volver a ser un blanco.
Etchecolatz
Ocho años después de aquella desaparición, una imagen estremeció a todos. Durante la lectura de una condena a prisión perpetua en 2014, Miguel Etchecolatz desplegó un papel en pleno tribunal. En él había escrito, con letra firme: “Jorge Julio López”. El fotógrafo Leo Vaca fue quien logró captar ese instante.
Recordó cómo el represor tamborileaba con los dedos antes de mostrar el papelito. “No podía creer lo que estaba viendo”, dijo después. El intento de entregarlo al tribunal fue frenado, pero la foto ya circulaba y había causado un verdadero escándalo. La interpretación de ese gesto sigue abierta.
Algunos lo vieron como una amenaza velada, otros como una confesión cifrada. Lo cierto es que Etchecolatz nunca explicó su intención. Se llevó el secreto a la tumba en 2022, cuando murió purgando condena a perpetua. Hoy, a 19 años de la desaparición de Julio López, la causa judicial permanece enredada bajo la etiqueta de “presunta desaparición forzada de persona”. Ninguna hipótesis logró confirmarse, entre pistas falsas y errores de investigación.
Mientras tanto, su ausencia sigue siendo un recordatorio incómodo: en plena democracia, un testigo clave de los juicios de lesa humanidad desapareció sin dejar rastros.
Fuente: El Día