“Nací, crecí y vivo en Villa Itatí, un barrio popular de Quilmes. Para quienes vivimos acá es difícil incluso terminar el secundario, no somos muchos los que llegamos”, contó a Télam Noemí, primera egresada de la carrera que se inauguró en 2016.
Para Viera, de 34 años, “las prioridades cambiaron” cuando transitaba el embarazo de su primera hija, a los 16 años, y decidió abandonar el secundario hasta el 2012, año en que retomó la escuela a través del Programa de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios (Fines).
Antes del Fines, la nueva licenciada había intentado retomar los estudios pero el colegio le quedaba lejos y sus hijos eran muy pequeños. “Con el Fines, pude hacerlo a una cuadra de mi casa y por eso pude estudiar. Incluso durante tres años fui con ellos a cursar, hasta el 2015, que terminé la secundaria”, aseguró.
En paralelo, Viera había quedado seleccionada en el programa del Ministerio de Desarrollo Social “Ellas Hacen”, destinado a mujeres en situación de vulnerabilidad para trabajar en el mejoramiento de sus barrios, cuando decidió anotarse por primera vez en la universidad.
“Lo más valioso que tenemos las personas pobres es el tiempo”, sostuvo Viera, con experiencia de militancia en varios espacios de su barrio, lo que la llevó a querer prepararse “para intervenir de manera real” en la comunidad.
Esa idea se plasmó cuando vio el anuncio de la licenciatura en Justicia y Derechos Humanos, donde fue una de las primeras inscriptas. “Me llamó la atención de inmediato porque era una carrera que convocaba”, dijo sobre la propuesta de estudios.
Una de sus materias favoritas fue Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que le permitió acceder a “un montón de información al ver que las personas pobres tenemos derecho a la vivienda, el agua y a alimentarnos. Yo veía que en mi barrio el derecho a la educación no estaba garantizado”, contó.
“Que alguien siga dentro de la universidad pero tenga hambre y no le alcance para el boleto no es inclusión real. Estar dentro del aula no garantiza el derecho a la educación”, sostuvo la licenciada, quien agregó que “si villeros y villeras podemos pensar en políticas públicas, podemos idearlas desde el lugar que nosotros las necesitamos”.
En ese camino, destacó la importancia de las políticas sociales, “ya sea en el Fines, para cursar la diplomatura o la carrera. El hecho de que puedas solventar tus gastos genera independencia, incluso dentro de la universidad”.
“¿Por qué es importante que yo me gradúe, viviendo en un barrio popular?”, se preguntó y afirmó: “Creo que visibilizo un montón de políticas públicas. En un contexto aislado yo hubiera dejado a los dos meses de comenzar, por la carga horaria, de compromiso y plata que demanda”.
Otro punto que aparece en el relato de Viera fue el desafío que significaron los estudios universitarios para ella pero también para sus hijos.
“Maternar no tiene que ver con postergarse. Yo no quiero creer que por maternar no iba a poder hacer otra cosa más. Quizás esto anime a alguien que está en una situación parecida, saber que la universidad termina siendo una gran familia”, dijo en diálogo con Télam.
En junio de 2018, Viera descubrió que, junto a otros habitantes de Villa Itatí, estaba anotada como aportante de la campaña de Cambiemos para las elecciones legislativas de 2017 de la provincia de Buenos Aires, sin haber realizado ningún tipo de aporte.
“¿Cómo íbamos a reclamar? ¿Quién nos iba a escuchar?”, se preguntó para luego responder que “solamente éramos villeros y nos daba miedo. El estado había afiliado como aportantes de campaña a gente que trabajaba por día para comer”.
Frente a este escenario, el director de la carrera, Luis Alén, acompañó a la estudiante Viera, que había accedido a la información a partir de estar en la universidad. “Ahí entendí que lo que estaba sucediendo no era legal; la información ahí nos dio poder”, evocó sobre esos días.
“Yo creo que de no haber estado en la universidad, no haber confiado en Luis y no sentirnos acompañados, hubiese quedado en la nada, porque no teníamos ni espalda, ni plata, a pesar de que todo era muy fácil de demostrar”, aseguró.
Por otro lado, Viera enfatizó en el rol de la universidad y el Estado para “acompañar a los alumnos” y se refirió a la importancia de “conocer quiénes son los estudiantes, qué situación atraviesan y dónde viven para generar políticas de acompañamiento”.
“Es difícil entrar a Itatí. Yo pienso que muchas veces no podemos estudiar, ni podemos pintar o tocar instrumentos porque estamos en lugares donde mucho no llega. Creo que el primer paso para pensar en la universidad es que nosotros nos conozcamos”, evaluó.
A su vez, remarcó el compromiso que asumieron sus compañeros junto con la universidad, que la “abrazó” y le permitió cursar, en muchas ocasiones, acompañada de sus hijos. “Se trata de aplicar ese compromiso en todos los estudiantes y que no seamos solo números”, manifestó.
Viera integra actualmente un equipo que acompaña a personas en situaciones de violencia de género, dentro de las Defensorías Territoriales de Derechos Humanos.
Para ella, su carrera “abre un montón de caminos nuevos, sobre todo para igualar en derechos, es la base de herramientas para pensar medidas que pueden modificar realmente la vida de las personas”. “Yo creo que podemos hacer grandes transformaciones con las aulas llenas de pibes que quieren pensar”, dijo y para eso “es necesario conocer a la población estudiantil que viene, para acompañar sin exponer”.