Laura Vassena, hija de un desaparecido durante la última dictadura, reclamó ayer ante el tribunal federal de La Plata que juzga los crímenes cometidos en tres centros clandestinos de detención, que “se investigue a la parte civil y a la Iglesia que prepararon a una sociedad para que avalara que ese horror estaba bien que pasara”.
La mujer, que tenía 3 años cuando secuestraron a su padre Raúl Vassena el 26 de noviembre de 1976, relató ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, que desde octubre de 2020 juzga a 16 represores, el sufrimiento de crecer y vivir con su papá desaparecido.
“Fue un desastre colectivo”, afirmó, y apuntó que fueron “años buscando cada rastro para armar el destino de los desaparecidos”.
La mujer consideró “imprescindible que se siga investigando a los militares pero también a la parte civil y a la Iglesia que prepararon a la sociedad para que avalara que este horror estaba bien que pasara”.
Contó que “mi papá salió a llevar arreglar su bicicleta y no volvió más. Mi mamá estaba embarazada de mi hermano y yo tenía 3 años. Cuando papá no volvió a casa nos refugiamos en casa de alguien no conocido, porque hacerlo en lo de mis abuelos era peligroso para ellos”.
“Mi papá era ingeniero químico, me dicen que era un tipazo, que le gustaba acampar. Militó en la Juventud Peronista y lo cargaban de que ya estaba grandecito para estar ahí y también en Montoneros”, precisó.
Dijo que “no milito, no fui a Hijos, no quise ser querellante, por eso agradezco a las querellas y a los organismos y particulares que sí lo son y a la fiscalía por llevar adelante este juicio. Es importante saber que hay un Estado y una red cuando los familiares no podemos” cumplir ese rol.
Rememoró el momento “terrible” cuando su madre tuvo que “poner una fecha” a partir de la cual decir que su pareja estaba muerta, cuando empezó a poner “viuda en lugar de conviviente” en los formularios oficiales y dijo que “ella tuvo que poner una fecha y eso me parece perverso”.
“Durante años sentí culpa, porque durante 3 años mi papá me cuidó, me alzó, me mimó y a mi hermano no porque estaba en la panza. Y esa parte de su historia fue un nudo que atravesó su adolescencia, cuando decía que no podía querer o extrañar a una persona que no había conocido. Quizás ahora que es padre sabe que se puede tener conexión intensa previa al nacimiento”, explicó.
Laura destacó que “trabajo con niñeces y se suele decir que los niños no son testigos de la violencia, son infancias expuestas a la violencia y eso tiene efectos”. Graficó el miedo que padece cuando quiere participar de las marchas del 24 de marzo y quiere acordar con su pareja si van juntos y con quien dejan a su hijo.
“Empiezo a pensar si mejor no marcha uno solo o si dejamos al hijo en lo de la niñera y pienso ¿y si no volvemos los dos?, ¿si nos pasa algo? Finalmente vamos los tres y nos sentimos contenidos por todos”, dijo.
Detalló también el miedo que tenía a que su madre no regresara de algún viaje: “Le escribía una carta, decía que la amaba, que era mi vida, y le ponía ‘jurame que no te vas a morir’. Y ella me lo juraba. Cuando a los 64 tenía cáncer y no le daba más el cuerpo debí liberarla de ese juramento. Y pudo morir en su casa, lentamente, como para darnos tiempo a que entendiéramos que estaba pasando”.
También dijo que ella y su hermano tienen “efectos en el cuerpo, enfermedades autoinmunes en la piel, celiaquía, cosas de tiroides y miedos y fobias. Cuando estoy en el Río de la Plata y aparece algo en el fondo pienso ¿y si es un cuerpo? No sé si mi papá estuvo en un vuelo de la muerte”.
“Doy excesivas vueltas para salir de casa. O me angustio cuando no me responden el mensaje de si llegaron. Y es que en mi mundo de ir a arreglar una bicicleta no se vuelve. No solo no se vuelve sino que te esfumás, desaparecés”, dijo Laura con voz quebrada.
También declararon dos sobrevivientes que estuvieron presos clandestinamente en “El Infierno”, en la Brigada de Lanús, y tres familiares de desaparecidos.
Ana Gallart, hermana de Silvia Fernanda Gallart, alfabetizadora desaparecida, relató el secuestro de su hermana el 8 de julio de 1976 y el dolor de sus padres.
“Mi papá murió el 8 de julio de 1986, a los 10 años justos de la desaparición de Fernanda y mi mamá la lloraba muchísimo. Yo no tuve hijos y creo que no tuve hijos porque no pude olvidar ese llanto, ese llanto es estremecedor, el llanto de una madre”, dijo.