Se trata de Andrés Miranda, un oficial del SPB platense que trabaja en una cárcel de San Martín. En Argentina, en promedio, dona médula ósea una persona cada dos semanas. Los detalles de un proceso altruista que salva vidas en todo el mundo.
En una acción de solidaridad un agente del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), que vive en La Plata y cumple funciones en una cárcel de San Martín, donó médula ósea tras recibir un llamado del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI) en el que le anunciaron que era compatible con una persona que necesita ser trasplantada.
Se trata de Andrés Miranda, un joven platense de 23 años, quien terminó el secundario en su barrio, en la Escuela Madre de la Divina Gracia, y continuó los pasos de su papá Jorge, un suboficial mayor que en la actualidad trabaja en la Unidad 10 Melchor Romero.
Andrés se inscribió en el Instituto Superior de Formación Técnica N° 6001 “Inspector General Baltasar Armando Iramain”, más conocido como Escuela de Cadetes, y se recibió como oficial y ahora cumple funciones en la Unidad 48 San Martín.
Con el aval del ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires y en una iniciativa que constantemente se promueve desde el establecimiento educativo perteneciente al Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), Andrés concurrió al Instituto de Hemoterapia de La Plata para donar sangre y fue allí donde decidió apuntarse como donante voluntario de médula ósea en el Registro Nacional de Células Progenitoras Hematopoyéticas (CPH).
Si bien desde un primer momento le informaron al agente que entre la etapa de inscripción y la de donación puede pasar mucho tiempo, o incluso nunca llegar a darse este paso, hace seis meses recibió un llamado del INCUCAI donde le anunciaron que resultó compatible con un paciente que requiere un trasplante de CPH en algún lugar del mundo.
Sin dudarlo, Andrés ratificó su voluntad y afirmó: “Más allá de que mi familia me ayudó a comprender la importancia de esta acción, a mí no me costó nada, porque sé que hay una persona que la está pasando mal y que necesita algo que yo puedo darle”.
A partir del contacto del INCUCAI, el joven penitenciario se sometió a diversos estudios médicos y entrevistas, en la previa del procedimiento de extracción de células. Luego, en los cuatro días anteriores a la práctica, debió aplicarse en sus dos brazos inyecciones de Filgrastim, un medicamento que hace que la médula ósea produzca y libere muchas células madre al torrente sanguíneo.
“En esos días no me sentí bien. Tuve dolor de huesos, de cabeza y algunos mareos”, relató Andrés, quien nunca pensó en detenerse, pese a los efectos secundarios de la medicación.
Finalmente, el pasado lunes, se internó ambulatoriamente en el Hospital Alemán de Buenos Aires, acompañado por su mamá, y allí, en un proceso que se denomina donación por aféresis fue conectado a una máquina que permite separar los componentes de la sangre y extraer solamente las células que necesita la persona que requiere el trasplante.
Al igual que su familia, Andrés se mostró sumamente emocionado y admitió que le gustaría contactarse con el receptor, aunque aclaró que eso “podría ser posible en alrededor de un año”.
Más allá del altruismo de este hecho, es oportuno aclarar que es muy difícil encontrar compatibilidad entre donante y receptor, y que solo uno de cada cuatro pacientes encuentra alguien compatible dentro de su familia.
Según información oficial del INCUCAI, el Registro Nacional de Donantes de Células Progenitoras Hematopoyéticas (CPH), tiene más de 330 mil donantes inscriptos.
Sin embargo, por la dificultad anteriormente descrita, desde la fecha de su fundación, en 2003, y hasta marzo de este año, Argentina pudo aportar 473 donantes de médula ósea: 248 para pacientes de nuestro país y 225 para pacientes del extranjero.
Los números indican que en Argentina, desde 2003, el promedio de donantes de médula fue de casi dos por mes.