“Tienen una indiferencia total de todo (en referencia a sus agresores), a ellos no les importa quitarle la vida al semejante, es un desprecio total de la vida”, indica el joven de 24 años en su casa de Florencio Varela. Hay dos cosas que a lo largo de la charla no suelta en ningún momento, su tablet y la camiseta de Boca Juniors firmada por los jugadores.
Nunca será lo mismo la vida para Federico a partir de aquel 20 de agosto de 2015; sin embargo los sueños siguen allí, quiere estudiar, anhela terminar sus estudios secundarios, pero la burocracia que nunca encuentra explicación lo está privando de un derecho que lo asiste, la educación.
Como tantos otros estudiantes con afecciones de salud de la Provincia, podría contar con un régimen de educadores domiciliarios, pero los días pasan y a través de estas líneas clama para que su reclamo sea escuchado, quiere progresar, piensa en crecer. A Federico le gusta escribir, escucha música, letras con contenido social, buscando mensajes, explicaciones, esas que le robaron los delincuentes que se arrogaron la potestad de condenarlo a una silla de ruedas. Más allá de eso, Federico sueña, piensa, analiza; la mente le permite volar: “en mis ratos cuando no puedo dormir, escribo, me gusta hacerlo, me hace bien”, cuenta en medio de la entrevista.
En medio del diálogo, Federico interpela a su entrevistador: “usted tiene hijos?, que le haría si alguien le hace algo como lo que me hicieron a mi”. Con la claridad de los mejores analistas y un enorme sentido común hace una pregunta en el momento justo que sinceramente no tiene respuestas racionales, porque a Federico no le permitieron elegir, decidieron por él, no obstante desde su juventud derrocha optimismo y se apoya en lo más preciado que tiene; su hermosa familia.
Ana es su madre, enfermera de profesión, por esas ironías de la vida, como la de una novela de las más ficcionadas de Sacheri, todo se hizo realidad de un día para el otro: “él es mi único paciente, dejé todo por mi hijo”, declara con el amor que solo una madre puede hacerlo, manifiesta amor aún en cada fonema; en cada sílaba; en cada mirada.
Sus gustos, leer historia y el amor por Boca
“Quisiera ser profesor de Historia más adelante, me gusta la Edad Media, lo referido a la Inquisición, las indulgencias papales”, cuenta como uno de sus gustos. Pero sin dudas que todo cambia al hablar de Boca, el club de sus amores: “me gustaría ir a la cancha, pero es dificultoso”, explica el joven del barrio varelense. El principal obstáculo es contar con un medio de transporte adecuado a sus capacidades que le permita movilizarse.
“A Carlitos (por Tévez) lo quiero, pero no me gustó que critique a Riquelme, con Román no…”, cuenta el joven que confía en que el equipo de Gustavo Alfaro pueda revertir el 0-2 de cara a la revancha del partido con River.
La entrevista finaliza, entre mate y mate esboza alguna sonrisa, algunas menos de las que tenía cuando Jiménez junto a otros delincuentes le robaran la mayoría de ellas aquella jornada de agosto de 2015, pero no le pudieron sacar lo que lo mantiene vivo aún; el derecho a soñar, a querer disfrutar de cada momento: simplemente Federico, un pibe de Varela, uno más del conurbano al que nunca le podrán robar las ilusiones.
Los hechos
Federico Lageard, de 24 años, recibió años atrás un disparo en el cuello, más precisamente el 20 de agosto de 2015, cuando Jiménez participó del robo de la moto en Florencio Varela. Cayó en plena calle, se desangraba. La ayuda de los vecinos logró salvarle la vida y durante meses en el hospital de Quilmes, luchó contra la cuadriplejia, desde la entereza y el valor, Federico salió adelante; como lo que es, un gladiador.