En los laboratorios de la Universidad Nacional de Quilmes, Patricio Chinestrad diseña nuevos fármacos para combatir diferentes tipos de cáncer. A través del estudio computarizado de las proteínas que causan la enfermedad, el graduado de la UNQ busca qué moléculas pueden ser las más útiles para revertir el proceso y transformarlas en un remedio.
Mediante el cruce de datos y con la ayuda de la inteligencia artificial en determinados casos, si hay algunos compuestos que podrían funcionar, Chinestrad los compra y pasa de la computadora al laboratorio. Una vez que comienzan las pruebas, el trabajo puede durar entre dos y tres años. Si todos los ensayos son exitosos, esas moléculas se transforman en una nuevo medicamento que no solo podría tratar a los pacientes, sino que puede patentarse y generar ingresos económicos.
“Mi trabajo consiste en realizar diseño racional de fármacos y buscar nuevas formas de hacer medicamentos para casi cualquier enfermedad que haya. Si bien me especializo en cáncer, también trabajé con enfermedades inmunes y Alzheimer. Al usar mucho la computadora, este método de simulación es un mundo de oportunidades y me permite colaborar con mucha gente”, explica el biotecnólogo de la UNQ y becario del Conicet, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
Hasta el momento, los proyectos propios del investigador de 27 años consisten en diseñar un antitumoral para mejorar la respuesta del sistema inmune y ya elaboró un inhibidor para glioblastoma, un tumor cerebral que afecta a personas adultas y que, a pesar de contar con tratamientos para reducir la velocidad de desarrollo del cáncer y disminuir los síntomas, todavía no existe una cura. Los resultados que obtuvo en la computadora fueron exitosos y ahora se encuentra realizando las pruebas iniciales en el laboratorio.
Camino de hormiga
Hasta no hace muchos años, la forma de testear la eficacia de los medicamentos era empírica, es decir, prueba y error. Desde el consumo ancestral de diferentes plantas hasta mediados del siglo XX inclusive, los científicos compraban muchas moléculas y las probaban en diferentes enfermedades para ver qué efectos tenían. Así, mediante la verificación y el descarte, se crearon numerosas drogas.
De hecho, muchos de los productos que se compran en la farmacia y que son de consumo masivo, nacieron de esa forma. Sin embargo, en la actualidad, la manera de diseñar nuevas drogas se modificó en busca de la racionalidad. Al contar con nuevas tecnologías y bases de datos, el objetivo es reducir el margen de error y obtener resultados más específicos.
“Lo que hago es indagar el cáncer a un nivel molecular y estudio la proteína que está involucrada en la enfermedad. Con el uso de la computadora, diseño una nueva molécula que potencialmente podría ser una droga contra esta afección. La probamos en la máquina, hacemos un montón de análisis y después, si tenemos suerte y todos los resultados dieron bien, compramos la molécula y la probamos en la vida real para ver si tiene el efecto que buscamos. En lugar de probar un millón de compuestos cualquiera, trabajo con una lista de diez y quizás hay tres que funcionan”, cuenta Chinestrad.
Una vez que en la computadora encuentran las moléculas que atacan a la proteína causante de la enfermedad, se las compran a un proveedor internacional y las reciben en un pequeño frasco de vidrio. Con el material que podría convertirse en medicamento y con la proteína que causa determinado cáncer, comienzan las pruebas en el laboratorio.
“Cuando ya tengo la molécula, agarro unas células de cáncer de ovario que las tengo congeladas a 80 grados bajo cero y las descongelo, las hago crecer en una cajita de plástico y les tiro la droga que diseñé en la computadora. Aunque en teoría la droga que compré debería matar el cáncer, en la vida real hay que ver qué les pasa a las células, si se mueren, si no se mueren, si crecen más lento o más rápido. En la computadora, uno más uno siempre es dos, pero en el laboratorio trabajamos con sistemas vivos que son mucho más aleatorios. Entonces, todo el tiempo hay cosas imprevistas”, detalla el investigador.
Si todas las condiciones son ideales, el experimento puede durar entre dos y tres años. Si los análisis y los estudios resultan exitosos, esa droga diseñada de forma racional se patenta y se transforma en un fármaco. De hecho, Chinestrad cuenta que Pablo Lorenzano Menna, director junto a Alejandra Zinni del Laboratorio de Farmacología Molecular, patentó un fármaco que luego aprobaron en Estados Unidos y Japón.
Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ