“Dolor por el fallecimiento del nieto Francisco Madariaga Quintela, hijo de Abel Madariaga, pilar de Abuelas de Plaza de Mayo”, decía el tuit, donde se lo veía al padre junto a su hijo. Además, publicaron un comunicado en su página web, en el que no aclaran las circunstancias de la muerte del joven.
Francisco nació durante el cautiverio de su madre, Silvia Quintela, secuestrada el 17 de enero de 1977. Según testimonios de sobrevivientes, ella permaneció detenida en el CCD “El Campito” de Campo de Mayo y, en julio de 1977, se le practicó una cesárea en el Hospital Militar de esa guarnición.
Tanto Madariaga como Quintela militaban en la columna norte de Montoneros. Silvia era médica y estaba haciendo la residencia en cirugía en el hospital de Tigre, mientras que Abel era el responsable de prensa y difusión de la agrupación.
El 17 de enero, Silvia acudió a una reunión que resultó ser una ratonera: la esperaron, la rodearon y la subieron a un Falcon verde. Después de muchas vueltas y golpes, la dejaron en Campo de Mayo. Ni Abel, ni ningún otro familiar volvieron a ver a la mujer que hasta el día de hoy continúa desaparecida.
Poco después del secuestro de su compañera, Abel Madariaga se exilió en Suecia y más tarde en México, hasta que regresó al país en 1983, y desde entonces se integró a la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, siendo el único padre que ha integrado la comisión directiva. En aquel año, la organización cumplía seis años, la misma edad que tenía, en algún lugar del mundo, Francisco.
Abel Madariaga buscó incansablemente a su hijo; varias veces siguió pistas que resultaron falsas o llevaron al hallazgo de otros hijos y nietos. Con su inteligencia y creatividad, Abel generó nuevas estrategias de búsqueda de los niños robados y desaparecidos. Era el único hombre entre las abuelas. Allí se reencontró con Sara, su mamá, y Tina, su suegra; quienes habían iniciado la búsqueda de su nieto en el país apenas se enteraron del secuestro de Silvia.
Francisco se acercó a Abuelas el 3 de febrero de 2010, manifestando que creía ser hijo de desaparecidos. La que decía ser su madre, Inés Susana Colombo, le había confesado que lo habían traído de Campo de Mayo y que su ex esposo, Víctor Alejandro Gallo, oficial de Inteligencia del Ejército Argentino y miembro del Batallón 601, le había dicho que el niño había sido abandonado en el Hospital Militar. Según relató Colombo, Gallo llevó al bebé a su casa el 10 de julio de 1977, cuando todavía tenía el cordón umbilical.
La infancia de Francisco fue tortuosa, sufrió violencia física y psicológica por parte de su apropiador, que lo mantuvo cautivo como botín de guerra. Como consecuencia de esos maltratos, desde temprana edad se le declaró una diabetes insulinodependiente con la que peleaba a diario.