El obispo de Quilmes, monseñor Carlos José Tissera, celebró la misa de la solemnidad de la Ascensión de Señor en la capilla del obispado, donde destacó la importancia de los profetas actuales. “Es una celebración llena de esperanza, que necesitamos fortalecer en estos tiempos difíciles. Ella está anclada en Dios que ha vencido el poder de la muerte. Hoy nuestra esperanza está muy centrada en la vacunación de la humanidad contra este virus que ´nos sorprendió como una tormenta inesperada y furiosa´. Pero toda esperanza humana es frágil, limitada. Nosotros seguimos a Jesucristo, que es nuestra esperanza”.
El prelado quilmeño aseguró que “hoy más que nunca hacen falta los profetas de la esperanza”, a quienes definió como “personas que alimentan sus vidas en la Palabra de Dios y que se nutren de la sabiduría de los pueblos”.
“En el pueblo de Dios nacen profetas que anuncian un mundo nuevo, sobre todo con su vida entregada en gestos de servicio, de amor genuino, de ayuda mutua y de fraternidad”, puntualizó.
“Enfermeras y enfermeros, también médicos y médicas, y los demás agentes de la salud, agobiados por horas y horas de servicio en hospitales y clínicas, con sueldos insuficientes, muchos sin ser reconocidos en la noble profesión de enfermeros y enfermeras; sin embargo, pasan días y noches enteras asistiendo a los enfermos, haciéndoles más humana esa soledad en el dolor. En silencio, esos trabajadores de la salud, son un grito de esperanza”, destacó.
Monseñor Tissera los consideró “buenos samaritanos que encarnan a Jesús que no abandona, cura nuestras heridas y nos abraza con ternura. Son profetas de esperanza que también invitan a un cambio de vida”.
“Ese testimonio -añadió- es un llamado a salir de actitudes egoístas y mezquinas, para animarse a vivir la aventura de compartir y de servir. Existen estos profetas de la esperanza, porque está vivo el amor. Es el amor de Dios derramado en sus corazones. Es posible soñar juntos un mundo mejor”.
El obispo de Quilmes recordó que el 24 de mayo de 2015, el papa Francisco presentaba la carta encíclica Laudato si’, a la que consideró “un verdadero manual de compromiso social cristiano con nuestra Casa Común, el planeta tierra. Una invitación a mantener vivo el compromiso de la comunidad eclesial con el cuidado del medio ambiente, desde una concepción de ecología integral”.
“Como Iglesia diocesana debemos cultivar como parte de nuestra pastoral una visión más cercana y comprometida con esta dimensión, en la que se nos va la vida y la suerte de nuestro único mundo. Nos debemos además una pedagogía del cuidado que se instale en nuestras aulas, casas y espacios pastorales para animar a niños, niñas y jóvenes a este compromiso desde nuestra fe, por el cuidado de nuestra tierra”, pidió.