Francisco invitó a los fieles a vivir una Semana Santa llevando no solo su propia cruz, sino también la de quienes sufren alrededor. El Papa participó de la ceremonia.
La Iglesia inició ayer la Semana Santa, que atravesará la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. En la plaza de San Pedro, la tradicional misa con bendición de ramos que recuerda la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, fue celebrada por el cardenal Leonardo Sandri, prefecto emérito del dicasterio para las Iglesias Orientales y actual vicedecano del Colegio Cardenalicio, quien fue designado por el Papa Francisco ante su ausencia por motivos de salud.

Ante los muchos fieles presentes, el cardenal Sandri leyó la homilía en la que el Pontífice hizo invitó a convertirse en cireneos de los demás, cargando no solo con “nuestras propias cruces, sino también con las de quienes sufren cerca o incluso cargando con la de aquella persona desconocida que ‘una casualidad’ hizo que encontráramos”.

El obispo de Roma propuso tres ejes clave en su mensaje para iniciar esta Semana Santa. En primer lugar, el Papa destacó la figura de Simón de Cirene, un personaje que aparece de manera inesperada en el camino hacia el Calvario que, a diferencia de Pedro, que prometió seguir a Jesús pero lo negó, Simón de Cirene toma la cruz de Cristo y la lleva: “Simón de Galilea (Pedro) dice, pero no hace. Simón de Cirene hace, pero no dice; entre él y Jesús no hay ningún diálogo, no se pronuncia ninguna palabra. Entre él y Jesús sólo está el madero de la cruz” dijo el Papa.